lunes, 13 de febrero de 2012

Hoteles (Texto: Paloma Merino Fotografía: Eva Latonda)

Todos los hoteles del mundo se parecen. Pero unos más que otros.

Este era igual que aquel otro, sólo que esto era París, y aquel de la memoria estaba en Berlín.

Dejó, como siempre, en la mesilla dos o tres libros y el cuaderno de notas. Y se sentó en la cama, junto a la ventana. Sólo que aquella vez faltó el peso de otro cuerpo sobre el colchón.

 No tenía hambre pero se comió una bolsa de patatas pequeña que habían dejado como detalle de bienvenida. El estómago lleno disimula el vacío. Unas migas en la moqueta del suelo se quedaron como testigo de lo poco que ocupan por fuera los recuerdos. Sin embargo, pueden llenar una vida, repetirse en la mente de manera infinita…Recordar, volver a pasar por el corazón todas aquellas imágenes tan lejanas y tan vivas.
 
Cuando pasó frente al espejo sonrió. Ver su sonrisa como si todo fuera bien, le ayudaba con esa sensación tan rara.  de que el mundo entero gira y en alguna extraña vuelta, uno se ha quedado parado en un punto.

Se pasó el hilo dental y después se lavó los dientes. No tenía que haberse comido las patatas, pensó. Demasiado tarde, como siempre.

El frío de las sábanas le caló hasta los huesos. Inconscientemente buscó con el pie helado otro caliente y la imagen de una carcajada en Berlín le llegó desde el pasado. Se levantó y cogió unos calcetines que no consiguieron amainar el frío. Poco a poco se fue quedando dormida con el libro entre las manos, las letras bailaban casi ya sin sentido por el sopor pero le mecían como una nana. Soñó con noches templadas y un rayo de sol que se coló por la ventaba le despertó. Todo estaba a punto de empezar.



No hay comentarios:

Publicar un comentario